Ignacio
Simal Camps
Escribía
el biblista Juan Mateos, allá por el año 1972, que “en nuestro mundo el
evangelio provoca más bostezos que entusiasmos”[1]. Cuarenta años después
estamos en la misma tesitura aunque, tal vez, más radicalizada. De ahí que en
el titular de mi reflexión escriba “el bostezo dominical”, ya que el bostezo y
la falta de entusiasmo se está dando tanto dentro como fuera de las iglesias.
La
nostalgia de tiempos pasados, en los que en las iglesias protestantes veían un
crecimiento lento pero continuo, y que sus cultos dominicales o reuniones de
estudio bíblico y oración eran muy frecuentadas, nos puede conducir a querer
regresar a un momento histórico que se ha escurrido entre nuestros dedos. Y, en
mi opinión falible, eso sería un grave error.
Intuyo,
y muchos conmigo, que el cacareado crecimiento de las iglesias, en algunas
zonas de nuestro país, ha sido generado por la afluencia de la inmigración en
los tiempos del ficticio momento de “vacas gordas” que estábamos
experimentando. Ahora, posiblemente y debido a la grave crisis que estamos
padeciendo, muchos inmigrantes están optando u optarán por regresar a sus
países de origen. Entonces veremos en qué queda todo. Lo que sí es algo
meridianamente claro es que el crecimiento de las iglesias a través de la
incorporación de personas autóctonas no ha sido significativo. Y ciertas
iglesias “de moda” han crecido debido a un trasvase de membresía procedente de
otras comunidades evangélicas. Al hilo de esto, recuerdo una conversación
privada que tuve con un conocido líder evangélico en la que me decía que el
crecimiento de su iglesia pasaba necesariamente por captar miembros de otras
comunidades -me lo comentó de una forma más dulcificada, pero esa era la idea.
Es
importante notar lo que está ocurriendo en otros países, pues nos puede
orientar en relación a cómo actuar en la actual coyuntura que están atravesando
nuestras iglesias. Por ejemplo, leía hace unos meses, que las iglesias
bautistas en el Reino Unido habían experimentado un crecimiento numérico, pero
no en número de miembros sino de ¡asistentes!, lo cual indicaba que las
personas cada vez son más reacias a comprometerse con una iglesia local
concreta. Por otra parte, en EE.UU. se decía en otra publicación, que los
matrimonios jóvenes son renuentes a la clásica visitación pastoral. Comentaba
el articulista que en una situación en la que ambos miembros de la pareja
trabajan y están todo el día fuera de casa les es una incomodidad que el pastor
decida concertar una visita a su domicilio en un día laboral, y el sábado lo
suelen dedicar a hacer limpieza general y a realizar las compras de la semana
siguiente. En fin, la opción que se estaba imponiendo era la utilización de las
redes sociales para estar conectados con ellos y realizar una pastoral
virtual[2]. Al vivir en una “aldea global” hay que pensar –y la experiencia así
me lo confirma- que en España caminamos en la misma dirección.
El
pasado 4 de abril, Diana Butler, escribía un artículo de opinión en la
publicación virtual “Huffington Post” que llevaba por título “¿Un cristianismo
resucitado?” –al que sigo y extracto a partir de aquí[3]-. En su artículo
afirmaba que el mundo cristiano estadounidense se encuentra en un estado de
agitación y fracaso, y continuaba diciendo que el cristianismo debe cambiar, y
debe hacerlo rápido.
Pues
bien, Butler, también nos dirá – y con ello nos introduce en la esperanza- que
un cristianismo renovado está surgiendo en Estados Unidos al margen de las
iglesias institucionales e incluso en su seno. Ese cristianismo renovado
atraviesa todas las iglesias sean éstas liberales, evangélicas o católicas. Son
grupos que cuestionan y reflexionan creativamente buscando nuevos patrones y
prácticas de fe.
Las
preguntas que se formulan esos grupos, dice Diana Butler, ya no son las que se
hacía antaño en la cristiandad. Nada tienen que ver con lo que la iglesia dice
que debo creer, o qué reglas de conducta me impone, y las señas de identidad de
lo que significa ser un miembro fiel de la misma. Las cuestiones actuales
circulan por otros derroteros.
Las
nuevas cuestiones que se plantean tienen que ver con el cómo entender una fe en
conflicto con la ciencia y una sociedad plural, como mi conducta puede hacer
una diferencia en el mundo en el que me muevo y por el sentido de pertenencia
–identidad- a un grupo donde las relaciones interpersonales son las que me
ayudan a tener una comprensión de mi mismo.
Las
formulaciones antiguas, seguirá diciendo Butler, se basaban en lo externo. Las
preguntas podían ser respondidas apelando a un libro, a un argumento de
autoridad, al credo o a un determinado código. Las viejas preguntas requieren
sumisión y obediencia, las nuevas requieren la transformación de nuestras
almas.
La nueva
generación que está surgiendo –ella los llama “cristianos exiliados”- atienden
a esas preguntas pero están tratando de reformar, re-imaginar y reformular las
tradiciones de sus iglesias. Ellos –dice Butler- están dando a luz un
cristianismo centrado en el corazón que es a la vez espiritual y religioso.
Diana Butler, acierta en su diagnóstico de la situación y las necesidades tanto
de las iglesias, como de los cristianos que las conforman. Asimismo nos da
pistas para la reflexión personal y comunitaria.
A mi
parecer, ese es el escenario que vamos a experimentar en breve también en
Europa –si es que no lo estamos experimentando ya-. Por ello creo que debemos
ponernos a trabajar ya en la renovación de las iglesias puesto que creo que no
responden a lo que nuestros contemporáneos se preguntan, ni tampoco atienden a
sus necesidades existenciales.
A partir
de aquí debemos afirmar que las comunidades cristianas debe ser relacionales,
abiertas al cuestionamiento de lo recibido, receptivas a las dudas que la
sociedad contemporánea genera y, evidentemente, no autoritarias.
A muchos
cristianos, o no cristianos, ya no les convence –entre otras cosas- el monólogo
dominical del pastor; la liturgia utilizada –propia de siglos pasados- ya no
establece ningún tipo de conexión; o las recetas religiosas que antaño sirvieron
ya no les son útiles. Por ello debemos, en un sentido, poner “patas arriba”
nuestras tradiciones por muy doloroso que esto sea, y a partir de ahí comenzar
a reformular la fe y la práctica cristiana.
El
lenguaje cristiano de la Biblia era capaz de conectar con el judaísmo, o con
los no judíos del siglo I, y ello independientemente de que su respuesta fuera
positiva o negativa. Nuestras tradiciones teológicas, tal vez, podían ser
significativas para los cristianos del pasado –al menos para la élite eclesial-.
Pero hoy, no pasan de ser un lenguaje ininteligible y esotérico para nuestros
contemporáneos. Debemos ponernos a trabajar ya, sin perder ni un minuto de
nuestro tiempo, en reformular –reitero- nuestras creencias y nuestra práctica
eclesial. De no hacerlo continuaremos viviendo en el fracaso o, en el “mejor”
de los casos seguiremos viviendo con Alicia en el País de las Maravillas.
Los
tiempos han cambiado, y nosotros con ellos. Y si bien, de algún modo, es verdad
que el Dios Jesús es siempre el mismo, no es óbice –a la manera de Jesús, o del
mismo Pablo- para no ser creativos en la reflexión teológica o ética, a pesar
de que ciertos sectores, como les sucedió a ellos, nos lleguen a considerar
herejes dignos del infierno.
Ardua
tarea la que tenemos por delante, y si no la acometemos con pasión y ánimo, el
evangelio que predicamos y nuestras iglesias seguirán provocando “más bostezos
que entusiasmos”, dentro y fuera de nuestras “fronteras”. Y tal vez tendremos
que escuchar, de nuevo, a Jesús diciéndonos: “¡Hipócritas! Sabéis distinguir el
aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo?”[4].
Hoy, más
que nunca, al vivir en una sociedad globalizada, podemos afirmar rotundamente
que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Así
que recuperemos el aliento, y pongámonos a trabajar porque como diría el poeta,
“ya es hora de pasearnos a cuerpo”.
[1]
Mateos, Juan. Cristianos en fiesta. Cristiandad, 1972. Pág. 67
[2]
Siento haber perdido la fuente de ambos artículos, pero son datos que quedaron
grabados en mi memoria por lo significativo de lo que en ellos se afirmaba.
[3] Butler, Diana. A Resurrected Christianity? Huffington
Post, 4 de abril de 2012
[4]
Evangelio según Lucas, 15:26
_________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido! Tus comentarios y reacciones son bien recibidos