
Pero ¿Quién es David y quién Goliat?
Alexander Cabezas
La solicitud de extradición por parte del Tribunal Penal del Gobierno de Costa Rica, contra el canadiense Paul Watson, fundador de la organización ecologista “Sea Shepherd”, ha sido causa de polémicas y de diversa opinión pública. Una mayoría defiende al ecologista Watson, quien supuestamente pretendía frenar la embarcación costarricense, “Varadero I”, en aguas guatemaltecas, por la pesca ilegal del aleto de tiburón.
La pesca inmoral del aleteo se da sencillamente porque existe una fuerte demanda en el mercado. A los cartílagos de los tiburones se le atribuye propiedades curativas y afrodisiacas, muy estrechamente vinculado con la costumbre y la cultura de los países asiáticos. Por ello, cuando escuché la noticia de este caso, inmediatamente me solidaricé con esta organización ambientalista. Claro que es loable la labor de grupos organizados que vigilan y protegen la fauna marina ante la vil y despreciable actitud de figuras que lucran con la matanza de nuestras especies.
Sin embargo, no paso mucho tiempo cuando recordé que la vida no solo se nos pinta en blanco o negro, también existen otros colores y matices, y estos los visibilicé cuando escuché la versión de los pescadores narrada a un periódico local.
Según sus declaraciones[1], ellos se encontraban pescando legalmente cuando el motor de la nave falló. Fueron arrastrados a aguas internacionales que les condujo a Guatemala. Luego de tres días de estar a la deriva, el motor volvió a funcionar, pero se toparon con el navío Ocean Warrior, donde estaba Watson. Pese a las explicaciones de estos ocho hombres, la pequeña nave tica fue interceptada a tal punto que los pescadores creyeron que iban a morir.
En un video que se circula en Youtube se observa al Ocean Warrior embistiendo a la nave tica. Los tripulantes del gran navío de acero, con sus típicas camisetas negras, bien uniformados (parece que están de excursión o campamento). Del otro lado, la embarcación costarricense Varadero I, con sus apenas 16 metros de tamaño. Por su fachada este navío, si se le puede llamar así, parece más a una favela de esa que encontramos en nuestros países latinos, que a una verdadera nave de pesca, al igual que sus tripulantes, hombres sencillos y desaliñados.
A diez años de estos acontecimientos hay un proceso judicial pendiente. Watson es amparado por muchos grupos, redes sociales y movimientos. Incluso, una actriz famosa se ha “ofrecido” a ocupar su lugar, mientras Watson es visto como el profeta que “clama en medio de los siete mares”.
Sin buscarlo este ambientalista la pugna le ha sumado más méritos a su carrera y por ende, más recursos para su causa. Quizás por eso me pregunto:
¿Es Watson el pequeño David que lucha contra los gigantes, como el comercio ilegal, la matanza indiscriminada de nuestras especies marinas, entre otras causas?
Del otro lado, no sería justo identificar a los pescadores como los gigantes, porque hacerlo sería ignorar su realidad. Sin pretender justificarles, son víctimas de las circunstancias y de sus condiciones, al tratar de sobrevivir a una sociedad, un sistema, un gobierno, que ofrece pocas o nulas oportunidades para el desarrollo de esta clase de obreros.
Más nos valdría reconocer que los verdaderos gigantes, no maniobran barquitos precarios. Son las transnacionales, las redes organizadas que se burlan de las regulaciones, que compran a las autoridades, los que se esconden bajo tecnicismos legales, tienen el poder y los recursos para vender o comprar nuestros mares al mejor postor, aunque esto implique la exterminación de nuestra especies marinas.
Así que si vamos a buscar culpables, primero identifiquémoslos bien antes de lanzar nuestras primeras piedras.
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