lunes, 28 de noviembre de 2011

Diana

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Diana era una mujer muy joven. Paseaba por las calles de Santiago deslumbrando con una belleza de rostro lavado, pelo suelto y ropas ligeras sin pretensión alguna. Lo suyo eran las ideas, y en nada se conmovía con la mirada de tantos admiradores que dejaba a su paso.

Hoy sabemos que su belleza radicaba en sus ideas, en su utopía de construir un mundo más justo, sin cortapisas y en plenitud de derechos. 


Ya muy pronto se había interesado por el devenir del Estado de Israel, y casi desobedeciendo el consejo prudente de sus padres quiso irse de voluntaria, pero con 16 años no fue aceptada entre los voluntarios del Instituto Hebreo porque tenía menos de 18 años. Sin embargo, decidió partir sola. 
Había viajado impetuosa a luchar en la Guerra de los Seis Días, nombre que se le puso después, en esos momentos nadie sabía que esa proeza bélica duraría tan poco. Diana llegó a Israel cuando la guerra había terminado, pero participó de lleno en la etapa de reconstrucción.

De vuelta en Chile, sus ideales socialistas y sionistas la llevaron a fascinarse con el discurso idealista y romántico de unos dirigentes universitarios, brillantes oradores, héroes del cambio social. Lo suyo era la militancia, el sentirse útil en una causa sustentable, en crecer a partir de su propio aporte, de sus propios talentos.

No podía haber escogido mejor carrera profesional que la de periodista para una mente tan inquieta, inquisitiva, observadora. Casi anónimamente, en tiempos en que campeaban periodistas de lujo, reporteó los pormenores del Festival de la Canción de Viña del Mar. ¡Qué pérdida de tiempo! debe de haber reflexionado...pero igual algo se puede aprender. Hasta fue "corista" en el Bim Bam Bum tan sólo para reportear sobre las deplorables condiciones de trabajo que había en el lugar. Sólo más tarde sería periodista a pleno, a gusto, entre los suyos, con una minuciosidad envidiable al trabajar para el diario de su movimiento político.

Cuando llegó a Editorial Quimantú tenía apenas 21 años. Asumió con pasión y profesionalismo el trabajo en la revista juvenil Onda que publicaba la empresa. Sólo era una joven periodista.

Había rechazado el aburguesamiento de las comunidades judías, y se había lanzado al mundo para vivenciar su judaísmo en ética y servicio por la humanidad. Primero en Israel y luego en Chile. Su lugar no estaba en las sinagogas sino que en la calle, al igual que muchos otros...

El sangriento Golpe de Estado la dejó cesante. Sus responsabilidades políticas eran mínimas, pero todos sus compañeros de trabajo y de partido habían desaparecido en el anonimato temerosos ante la represión que nadie alcanzaba a evaluar aún. Apenas unos restos de noticias de matanzas, cuerpos flotando en el Mapocho, algunos "cuidate" dichos al pasar.

Había comenzado a comprobar lo que era enfrentarse al silencio y al miedo de sus amigos.

Diana Frida Aron Svigilsky, fue detenida por agentes de la DINA el 18 de noviembre de 1974, alrededor de las 15:00 horas, cuando caminaba por Avda. Ossa con el fin de dirigirse a casa de unos amigos. Al percatarse que iba a ser aprehendida por civiles que se movilizaban en una camioneta Chevrolet nueva, intentó huir del lugar resultando herida por impactos de bala en el pulmón y en el riñón, según le refirieron a su novio Luis Muñoz González los propios agentes cuando éste se encontraba recluido en Villa Grimaldi. 

Tras ser detenida y herida, fue trasladada a Villa Grimaldi donde fue brutalmente torturada por Miguel Krassnoff (¡qué asco me dá escribir ese nombre!) y en horas de la noche de ese mismo día fue trasladada a una Clínica de la DINA ubicada en calle Santa Lucía, desde donde se perdió para siempre todo rastro de su persona.
Diana tenía 24 años de edad...y estaba embarazada...

Hoy sólo subsiste en su memoria un árbol plantado en su recuerdo, una beca en el Instituto Hebreo para un estudiante sin recursos que lleva su nombre, y una cantidad enorme de judíos que hemos salido a las calles a proclamar en su nombre un sólido "nunca más". Nunca más. ¡Nunca más!...

Mijael Vera

1 comentario:

  1. Por lo visto Diana es solamente una de muchas mujeres y hombres que se les truncó los sueños durante los años más oscuros de la dictadura en Chile. Diana al igual que Victor Jara entre otros, son testigos silenciosos de la mayor infamia de todos los tiempos: el exterminio por cuestión de pensamiento, posición e ideales. Es doloroso e indignante saber que hoy caminan por la tierra hombres victimarios, asesinos que mataron sin ensuciarse sus manos. Lo cierto es que de la justicia divina no se escaparan.

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