Hasta hace un tiempo era común concebir la misión de la Iglesia como solamente predicar y aumentar las membresías de las congregaciones. Los seminarios e institutos bíblicos existían fundamentalmente para preparar en esa dirección, sin importar la situación histórica concreta en que se desarrollaba la Iglesia. Existía un marcado divorcio entre la palabra y la acción, la fe y las obras, la doctrina y la práctica, la evangelización y la responsabilidad social.
Todo esto está cambiando. Al menos un sector de la Iglesia ha tomado conciencia de que la misión de la Iglesia es integral y tiene que ver con el discernimiento de la voluntad de Dios y la obediencia a ella en el contexto donde Dios lo ha puesto asumiendo todos los riesgos y desafíos que esto implica, pues la Iglesia está llamada a encarnar el Reino de Dios en medio de los reinos de este mundo. El evangelio no deja otra alternativa.
Por lo tanto la dimensión social del evangelio debe ser recuperada plenamente en América Latina, pues no ha sido suficientemente vivida ni expuesta en el pasado más reciente. Una fuerte corriente evangélica en América Latina ha venido redescubriendo este valioso aporte.
El Pacto de Lausana ayudó a la comprensión de esta misión. En Lausana, Suiza, 1974, se avanza hacia la reformulación de una posición evangélica, fiel a la Palabra de Dios y atenta al contexto social, que desemboca en la misión integral de la Iglesia. Uno de los promotores de este documento, en nuestro continente ha sido la Fraternidad Teológica Latinoamericana quién ha tratado de incorporar esa dimensión integral a la búsqueda de una teología que contenga firmeza doctrinal, celo evangelistico y sensibilidad social.
Creo que El Pacto de Lausana ha pasado a la historia como el documento más importante del mundo cristiano evangélico del siglo pasado. Este documento puso a la evangelización dentro del amplio contexto de la naturaleza del evangelio de la vida y misión de la Iglesia y va mucho más allá de una típica declaración evangélica y muestra que la evangelización bíblica es inseparable de la responsabilidad social y política, el discipulado cristiano y la unidad de la Iglesia.
Ya hace algunos años René Padilla escribió en la Revista Misión , que El pacto de Lausana eliminó la dicotomía entre evangelización y la responsabilidad social. También la dicotomía entre la evangelización y el discipulado cristiano. Y entre la evangelización y la unidad de la Iglesia. En resumen decía que el mayor logro teológico del Congreso de Lausana fue clarificar el significado y la naturaleza de la misión de la Iglesia. En este documento la evangelización es central, pero no ya concebida en términos de un activismo eclesiocéntrico sino en términos del medio que Dios usa para colocar la totalidad de la vida humana bajo la soberanía de Jesucristo. Se ve a la Iglesia no sólo como “el instrumento que El ha diseñado para la difusión del evangelio”, sino también como una nueva comunidad que está “en el corazón mismo del propósito cósmico de Dios.”
A quince años de haberse realizado al primer Congreso de Evangelización en Suiza, en julio de 1989, el Comité de Lausana congregó en Manila, Filipinas a más de 3.000 representantes de la Iglesia Evangélica Mundial, de 170 países, para reflexionar sobre el tema: “Proclamar a Cristo hasta que venga. Un llamado a toda la Iglesia a llevar todo el Evangelio a todo el Mundo.” Fue el segundo congreso de Lausana.
Durante los 15 años que separaron ambos congresos, se efectuaron algunas consultas en torno a temas como El Evangelio y la Cultura , La Evangelización y la Responsabilidad Social , el Estilo de Vida Sencillo, el Espíritu Santo y la Conversión. Esas reuniones y sus informes ayudaron a desarrollar el pensamiento del movimiento de Lausana.
Resultado de dicho encuentro fue el documento conocido como El Manifiesto de Manila. Ese documento recogió el pensamiento de quienes tuvieron a su cargo las representaciones públicas, los talleres, las reflexiones por países y regiones, y las sugerencias y recomendaciones planteadas por los asistentes.
Los organizadores dijeron que El Manifiesto debería leerse bajo la luz del Pacto de Lausana, así se podría entender la dirección, los énfasis y los alcances de Manila II. También dijeron que El manifiesto debería ser entendido en el contexto del tema y el momento del Congreso y de la preocupación fundamental del movimiento de Lausana que era un compromiso con la Proclamación de Jesucristo hasta su retorno. Y por último el documento se presentaba como un Manifiesto, es decir una integración de convicciones, resoluciones y motivos. Se entendía como un documento con declaraciones con mira a ser estudiadas, examinadas e implementadas. La idea era usar ese documento como un instrumento de movilización para la Iglesia.
Al parecer El Manifiesto de Manila no llegó a ser para las iglesias lo que sus promotores deseaban, y ha pasado sin pena ni gloria, hoy es desconocido por las iglesias y no tuvo la importancia que sigue teniendo El Pacto de Lausana.
Del 17 al 24 de octubre del 2010 se realizó en Ciudad del Cabo, Sudáfrica el III Congreso Mundial de Evangelización, bajo el lema: “En Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo.” (2 de Corintios 5.19). A este mega evento asistieron más de 4.000 personas que vinieron de 198 países. Según uno de los ejecutivos de Lausana, dijo que era “la asamblea evangélica global más representativa de la historia.”
El movimiento de Lausana existe para fortalecer, inspirar y equipar a la Iglesia para la evangelización mundial en nuestra generación y exhorta a los cristianos sobre su deber de participar en asuntos de interés público y social. Esto indica que la prioridad para el Movimiento de Lausana es la evangelización vista como proclamación verbal. Este tema es crucial para los cristianos y cristianas de América Latina por los desafíos que el contexto presenta y por lo caminado hasta ahora justamente partiendo con el Pacto de Lausana que inauguró lo que se ha denominados como la Misión Integral.
El documento que emitió Lausana III se denominó “El Compromiso de Ciudad del Cabo, una Declaración de Fe y un Llamado a la Acción ”. Este documento tiene dos partes. La primera se denomina: “Para el Señor que amamos: Nuestro Compromiso de Fe.” Esta parte contiene 10 puntos con un énfasis doctrinal. Así se entregó a los participantes sin la segunda parte que recientemente ha circulado con el titulo: “Para el mundo que servimos: Nuestro Compromiso con la Acción.” Creo que el principal desafío que tenemos las iglesias en América Latina es hacer una discusión profunda acerca de este documento ya que contiene una riqueza teológica profunda. Es admirable el trabajo que realizó la Comisión de Teología por un espacio de un año a cargo de Christopher Wright. Lamentablemente durante el Congreso de Lausana III no hubo tiempo para abocarse a analizar este trabajo realizado por la comisión. Ahora queda el desafío de contextualizar Lausana III a las iglesias latinoamericanas, esperamos que el CLADE V sea un espacio privilegiado para eso. También los diferentes espacios de las diversas instituciones cristianas que se sienten herederas del Pacto de Lausana pueden ser el lugar donde se reflexione y se lleven a la acción los postulados de este documento. Instituciones como Visión Mundial Internacional, La Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, El Movimiento Cristiano Juntos Por la Niñez , Letra Viva, La Red Miqueas , La Red del Camino para La Misión Integral y La Fraternidad Teológica Latinoamericana, son solo algunos de estos espacios donde se debe trabaja este documento.
La reflexión que tenemos por delante es acerca de la misión de la Iglesia , de cómo podemos ser fieles al llamado que nos ha hecho Dios en el contexto actual de América Latina y El Caribe.
La reflexión a la cual hemos sido convocados por la FTL a través del CLADE V e inspirada por El Movimiento de Lausana no puede ser más oportuna. Indudablemente si tantas personas, de tantos lugares queremos estar presentes en este encuentro, ello es porque los evangélicos de América Latina, estamos interesados en pensar nuestra fe a la luz de la Palabra de Dios y atentos al contexto latinoamericano. Es por esto que la FTL invita a las iglesias, instituciones bíblico- teológicas, organismos de servicios, asociaciones evangelísticas, consejos pastorales, alianzas o confraternidades evangélicas a trabajar unidos por una misión cristiana más integral y más pertinente a las necesidades de hoy. Queremos poner a la disposición de las iglesias e instituciones, nuestros materiales, nuestro personal, nuestra infraestructura como un modesto aporte a la causa del reino y su justicia.
Quizás debemos reconocer que nuestra misión principal es una tarea de testimonio genuino, que Dios lo puede transformar en algo trascendente. Yo creo que todavía estamos como Iglesia para mantener la fe, la esperanza y el amor y que Dios por su gracia y su misericordia puede usar a cristianos y cristianas con un claro compromiso, dispuestos a jugársela para mantener esa fe, ese amor y esa esperanza en América Latina y el Caribe hoy.
