lunes, 9 de agosto de 2010

La Biblia y la Cultura Moderna

LA BIBLIA Y LA CULTURA POSTMODERNA

Víctor Rey

“Creemos que toda la Escritura es inspirada por Dios, a través del Espíritu Santo para guiarnos a la salvación y para instruirnos en justicia.  Aceptamos la Escritura como la Palabra de Dios y como la norma totalmente confiable y fidedigna para la fe y la vida cristiana.  Buscamos entender e interpretar la Escritura en armonía con Jesucristo, a medida que somos guiados por el Espíritu Santo en la Iglesia”

(Confesión de Fe en una Perspectiva Anabautista)

INTRODUCCIÓN

Siendo “siervos de la Palabra de Dios”, como decían los Reformadores, el exegeta se pone entre el Señor que habló ayer y habla hoy, y la comunidad de fe, aquí y ahora, espera oír y obedecer el mensaje de Dios para su pueblo.  El exegeta asume, en nombre de la comunidad de fe y en solidaridad humilde con ella, la tarea de escuchar la Palabra de Dios.  Y  asume, en nombre del Señor y llamado por él,  la tarea de proclamar hoy esa palabra liberadora para el hombre y la mujer.
LA MODERNIDAD
La modernidad da luces para entender la postmodernidad.  La confianza del hombre moderno en sus capacidades genera un nuevo paradigma antropocéntrico: la razón se torna autónoma, el hombre puede caminar sin necesidad de tutela alguna porque su racionalidad le permite iluminar todos los aspectos de su vida para lograr la felicidad y el bienestar social.
Sus logros son las ciencias, la técnica, las organizaciones, las instituciones, la planificación, la intervención en la naturaleza, las grandes utopías.
         
El símbolo del hombre moderno es el hombre que pisa la luna; si el hombre puede llegar a la luna, puede lograr lo que él se proponga.
Seis serían los fundamentales logros y las principales cristalizaciones de la época moderna occidental:
1.-  La construcción de grandes estados y economías nacionales.
2.-  La invención de la democracia.
3.-  El modo de producir capitalista industrial.
4.-  El método científico experimental.
5.- La secularización de la sociedad fundada en el nuevo modelo de pensar, racionalista instrumental.
6.- El conjunto de nuevas ideas surgidas durante este período de cinco siglos:  nación, libertad, igualdad, progreso, tolerancia, soberanía del pueblo, etc.
Todas ellas son creaciones e invenciones esenciales en los siglos XVII, XVIII y XIX.  Ninguna de estas ideas y conceptos existieron durante el milenio medieval “cristiano”, ni vieron su luz en ninguna de las otras grandes civilizaciones.  Son todos descubrimientos surgidos y cristalizados durante la llamada época moderna de matriz burguesa ilustrada.

LA POSTMODERNIDAD

Es difícil definir lo que constituye la postmodernidad.  Más bien se define por la negación de la modernidad.  Nos limitaremos a mencionar ciertos rasgos que se reconocen característicos de dicha tendencia.
1.-  Lo primero que vemos en el hombre y la mujer postmoderno es una cierta desconfianza en sus propias capacidades, un cierto desencanto con su propias realizaciones.  Se frustran sus proyectos ante acontecimientos históricos tan carentes de sentido, como las guerras mundiales, los exterminios nazis y otros en donde la sin razón había llegado al extremo.
2.-  El hombre y la mujer posmoderno no se ilusionan con las utopías.  Lo concreto y lo inmediato es lo que vale.  No hay que sacrificar el hoy por unos sueños del futuro.  La caída del muro de Berlín aplastó los grandes ideales.  La realización individual reemplaza los sueños colectivos.
3.- La técnica está bajo sospecha. Con demasiada frecuencia, la intervención del hombre en la naturaleza ha producido más daño que beneficio:  mares contaminados, bosques tropicales quemados, un hoyo en la capa de ozono.  Toda la ciencia moderna y su tecnología no han podido evitar la fiebre aftosa y las vacas locas; no han sanado al enfermo de SIDA ni de muchas enfermedades; no han mejorado la vida de la mayor parte de la humanidad.
4.- Los medios de comunicación adquieren una importancia extraordinaria. Se habla de una cultura virtual. Se configura una sociedad basada en la información y la comunicación. El desarrollo se mide a conexiones en Internet. Se ha generado una cultura de la imagen que ha influido en la manera de acceder al conocimiento.
5.- Las instituciones pierden la adhesión de sus miembros. Los asuntos del Estado, los partidos políticos y las instituciones sociales ya no son preferencia de la juventud. Uno se relaciona con una organización por algún interés personal no por algún compromiso con la sociedad. Las iglesias han experimentado la misma indiferencia de parte de los jóvenes; la religiosidad se desarrolla en gran parte fuera y sin las instituciones; es un asunto individual y de mercado.
6.- La familia está experimentado una crisis de ajuste y de resignación de sentido. Hoy predomina la familia nuclear en oposición a la familia extendida. No es raro encontrar matrimonios a prueba, e incluso algunas personas llegan a tener varias relaciones de parejas estables y consecutivas.
7.- Se ha desarrollado una fuerte conciencia ecológica, producta de la desastrosa situación a la que el progreso, entendido como conquista y apropiación de los recursos naturales nos ha llevado en términos de la reservas naturales y la devastación del medio ambiente.
8.- Estamos asistiendo a una transformación de la moral, ha surgido una ética indolora, un amoral sin obligación no sanción,  lo que está de moda es una caridad sin deber, un altruismo indoloro, reduciéndose a una ética que podríamos aplicarle la ley del menor esfuerzo. Existe un terrible miedo al sufrimiento, al dolor y a la muerte. No hay lugar para el más pequeño sacrificio ni menos aún al fracaso.
9.- La era postmoderna es una mutación o cambio de época, a la vez, una época de cambios. Todo está sujeto a cambios; todo se relativiza. Parece que nada es definitivo, permanente o absoluto. La construcción de un  supra-paradigma que desconocemos nos desorienta. Se impone el relativismo. Sin embargo, han ido apareciendo nuevos imperativos éticos como la lucha contra la corrupción, acciones humanitarias, ecológicas u otras preocupaciones propias de pequeños colectivos.

ALGUNAS PROPUESTAS  A LA LUZ DEL EVANGELIO

1.-  Frente a la mentalidad individualista, debemos reconstruir el espacio colectivo desde la afirmación de las identidades parciales, sintiéndonos integrados a la sociedad civil que se hace parte de la vida del otro, que sabe que tiene derechos ciudadanos y responsabilidades frente a los más pobres.
2.-  Frente a la mentalidad hedonista, debemos ser capaces de plantear y construir proyectos de largo plazo.  En esto la utopía del Reino de Dios es clave para animar a tanta gente sin esperanza y sin rumbo e incluso le da sentido al fracaso.
3.-  Frente a la mentalidad consumista, que estemos conscientes de la realidad mundial, críticos al mercado, exigentes de la igualdad de oportunidades y listos a proponer nuevos caminos para pasar de una economía de crecimiento ilimitado a una de lo suficiente para todos.  La propuesta de Jesús nos anima al testimonio de una vida sencilla que promueve la lógica de la inclusión antes que de la exclusión.
4.-  Frente a la mentalidad del éxito y pragmática que transmitamos esperanza, que toleremos las derrotas con una confianza inquebrantable en Dios:  El es el único absoluto, todo lo demás es relativo.  La esperanza y el optimismo nos anima a asumir riesgos en este mundo que cambia rápidamente.  La esperanza nos enseña a asumir los fracasos y a descubrir lo positivo y salvífico en todo acontecimiento.
5.-  Ante la visión de la vida como espectáculo, que revaloricemos la profundidad de la vida cotidiana, afirmando la fuerza de su realidad.  Abriendo un espacio de encuentro y realización sin luces de colores, sin escenarios ni cámaras, pero verdadero.
6.-  Ante el síndrome de la apatía, que tengamos sentido del humor y ganas de vivir.  No es lo mismo ser serios que ser graves.  La sociedad consumista celebra exageradamente el éxito y la realización personal.  Para esta sociedad, la dignidad de la persona consiste en la eficacia económica y en la independencia individual.  Está ausente la dimensión solidaria.  Nos hace falta la actitud que sepa aceptar y valorar en su justa medida el fracaso y las desilusiones que son partes inevitables de la vida de cada persona.
7.-  Ante la valoración de la subjetividad y del sentimiento, integremos sentimiento, pensamiento y voluntad.  Abrámonos a la subjetividad de los otros, aceptando el desafío de construir sentidos comunes, significados y significantes compartidos.  Que cada uno se entienda “en-relación”.  Que seamos capaces de discernir entre sensaciones, emociones, y sentimientos, haciendo de ellos elementos vehículadores de la comunicación para el enriquecimiento mutuo.
8.-  Ante la disociación entre ética privada y social, que seamos capaces de integrar y armonizar la ética personal con la ética social y cósmica.  El ser humano, como “ser en relación”, encuentra su realización en la convivencia fraterna, respetuosa y dialogal, no solo con otros, sino también con la naturaleza.
9.-  Las transformaciones sociales no pueden ser solo estructurales, es necesario transformar también las subjetividades personales y colectivas.  Las transformaciones comienzan en los grupos y comunidades interesadas en esos cambios.  En los grupos se transforman las personas, sus prácticas y sus relaciones con el entorno.  Esto lo sabemos nosotros que formamos parte activa de una iglesia local y sabemos que la Biblia es el medio que Dios ha dispuesto para que se produzcan ese cambio.  Desde estos pequeños cambios podemos comenzar a cambiar espacios más amplios de nuestra sociedad.

LA BIBLIA

El teólogo René Padilla en su ponencia sobre La Autoridad de la Biblia presentada en la Primera Asamblea de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (1970), en Cochabamba, Bolivia decía: “La única autoridad absoluta es aquella que reside en Dios: su manifestación más precisa coincide con la automanifestación de Dios en el plano de la historia, orientada hacia la formación de una nueva humanidad en Cristo Jesús.  La definición del sentido y el alcance de la autoridad bíblica sólo es posible cuando se coloca a la Biblia dentro del contexto del hecho de la revelación y de su propósito soteriológico”.  Este principio es fundamental, cuando hablamos de modernidad y postmodernidad y los desafíos que presentan.  Porque al fin de cuentas, la autoridad de la Biblia es la autoridad de la verdad para la experiencia, y es consecuentemente en la experiencia donde se ejerce. Yo creo en la Biblia porque creo en Jesucristo a quien el Espíritu Santo me ha revelado por medio de ella en virtud de que ella es Palabra escrita de Dios.
La postmodernidad se caracteriza por la aparición de una nueva racionalidad.  Esto ha llevado al hastío y a la búsqueda de una un nuevo modo de racionalidad.  El hombre y la mujer postmoderna son hedonistas y consumistas.  Relativistas y escépticos, prefieren un pensamiento débil y fragmentario que no le comprometa a nada.  Se vive de impresiones, de impactos sensoriales o emocionales, de lo efímero.
Es precisamente en la concepción de la verdad y de la razón donde con mayor fuerza se deja sentir la crisis de la modernidad.  Cuando fracasan estrepitosamente los mitos de la modernidad que habían constituido su bandera, es la razón misma la que se repliega desencantada sobre sí misma y renuncia a su más alta vocación, la búsqueda de la verdad, contentándose en lugar de ello con verdades parciales y fragmentarias.  Oyendo hablar de verdad, nuestro mundo responde con la pregunta cínica y desengañada de Pilatos: ¿y qué es la verdad?
La fe bíblica en cambio, se presenta con algunas exigencias ya que es la religión del Logos encarnado y no puede renunciar a la razón y a la pretensión de hallar la verdad toda entera.  El cristiano no puede renunciar al anuncio de la verdad, convencido de que la necesidad más radical del hombre es saciar el hambre de verdad, y que la peor forma de corrupción es la intelectual, que aprisiona la verdad en la injusticia, llamando al mal bien impidiendo el conocimiento de la realidad tal como es.
¿Cómo reconciliar la fe bíblica del Logos encarnado, cuya pretensión fundamental es la de ser religión de la verdad, con una cultura que ha renunciado a toda pretensión de conocer la verdad?  ¿Cómo hablar de verdad a una cultura que aborrece instintivamente conceptos y palabras fuertes?  Este es el desafío que tenemos planteado, para el que yo no veo más solución que proponer, no ya la verdad, sino una cultura de la verdad.  Una cultura de la verdad hecha de inmenso respeto y acogida hacia la realidad, traducida en respeto hacia la persona, que es la forma eminente de lo real.  En esta cultura de la verdad, en que la dimensión de la atención, el cuidado, la sensibilidad, la búsqueda humilde adquieren un protagonismo especial, es posible reconciliar la razón y el sentimiento que la postmodernidad juzga incompatibles.  Y así, paradójicamente, san Agustín se vuelve más actual que nunca, al realizar en su vida la unión entre la verdad y el sentimiento.  Agustín dice “ve adonde tu corazón te lleva”, “es decir a la verdad”.
Intimamente vinculado al desafío anterior está el que constituye anunciar a Jesucristo en una era de religiosidad salvaje.  Se ha hablado mucho en los últimos tiempos del “retorno de Dios”, como si Dios hubiera estado alguna vez lejos del mundo y del hombre, o con más precisión, del regreso de una religiosidad salvaje.  Podemos así aventurar una primera constatación:  si el siglo XXI aparece más religioso que el precedente.  La cuestión no está en saber si nuestro tiempo creerá o no, sino en que creerá.  Si Heidegger definía la modernidad como un estado de incertidumbre acerca de los dioses, la postmodernidad representa en cambio el regreso triunfal de los dioses.  No del Dios personal que se ha revelado en Jesucristo, sino de los dioses y las mitologías y las religiones pre-cristianas, entre las que cultos célticos, por su vinculación a la naturaleza, adquieren un especial relieve.  Cultos pre-cristianos, que en cada región adquieren un especial coloración.  Si en la Europa atlántica se trata de mitologías célticas, en América Latina se vuelve a los cultos  precolombinos, o incluso, como en algunas partes de Europa, se añora un pasado musulmán idealizado como una especie de edad dorada que la llegada del cristianismo ha venido a destruir.  Del regreso a las mitologías pre-cristianas pasamos a la magia, el ocultismos y el preocupante aumento de las sectas satánicas.  Se trata del regreso de una religiosidad salvaje, una especie de plastilina religiosa a partir de la cual cada uno se fabrica sus dioses a su propio gusto, adaptándolos a las necesidades propias.

CONCLUSIÓN

El desafío que tenemos hoy como cristianos que creemos que la Biblia es la respuesta para el hombre y la mujer de hoy, es una tarea hermenéutica.  La hermenéutica no es en última instancia la tarea sólo de los expertos o de los exegetas, sino de todo el Pueblo de Dios.  En el Espíritu Santo, toda la comunidad creyente y oyente es una comunidad hermenéutica.  Así el sujeto actor en la exégesis y la teología es la comunidad cristiana, que oye la Palabra de Dios “sobre la marcha” en el camino de su misión histórica.  Los teólogos y exegetas no son más que ayudantes del pueblo, con una función especializada de carácter técnico y crítico.
La hermenéutica se realiza en la comunidad de fe, por el Espíritu Santo.  El Espíritu es primicia de la nueva creación.  La Iglesia, como comunidad escatológica en el Espíritu de Cristo, oye y obedece la Palabra de Dios
La Iglesia Latinoamericana, llena del Espíritu Santo y también plenamente inmersa en la misión histórica, está al frente del mayor reto hermenéutico de su historia:  oír, con nuevos oídos, abiertos cada día por el Espíritu, la Palabra viva del Señor de la historia, quién nos llama, aquí y ahora, a entender los tiempos, escuchar su Palabra y hacer su voluntad.  Como afirma René Padilla:

“Es urgente la necesidad de una lectura del Evangelio, desde cada situación histórica particular, bajo la dirección del Espíritu Santo. La contextualización del Evangelio sólo puede ser el resultado de un a lecturanueva y abierta de las Escrituras, con una hermenéutica en que el Evangelio y la situación entren en un diálogo cuyo propósito sea colocar a la Iglesia bajo el señorío de Jesucristo.

Sólo cuando la palabra de Dios se hace “carne” en el pueblo de Dios, el Evangelio toma forma en la historia. Según el propósito de Dios, el Evangelio nunca h|a de ser únicamente un mensaje en palabras sino además un mensaje encarnado en su Iglesia y por medio de ésta, en la historia. La contextualización del Evangelio demanda la contextualización de la Iglesia, la comunidad hermenéutica cuyo propósito es manifestar la presencia de Cristo entre las naciones de la tierra”
(La Palabra Interpretada: Reflexiones sobre Hermenéutica Contextual. Boletín Teológico de la FTL, Enero a Marzo 1981, página 8).

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