sábado, 7 de abril de 2012

¿Quién quiere cargar la cruz?



Daniela Aceituno Silva


Ubicada en nuestros templos, comunidades y casas, de seguro la cruz es uno de los símbolos más usados y más representativos de nuestra identidad cristiana. La sacaremos entonces de aquellas paredes y la tomaremos en nuestras manos, para acogerlas en el corazón y reflexionar en torno a lo que hoy significa.

Para el imperio romano, la cruz era un símbolo de tortura, escarnio público y muerte. Un símbolo de dolor, de acusación, de traición. Es emocionante pensar en cómo Jesús se hace cargo de todo el significado que porta la cruz y de cómo transforma en resurrección y vida, un signo de muerte y desolación. Con ese acto de “cargar la cruz”, Jesús nos estaba diciendo y nos sigue diciendo que cargaba con toda nuestra humanidad, con todas nuestras dolencias y nuestros dolores. Quien mejor para entender nuestra fragilidad humana que el mismo Dios, que haciéndose semejante a nosotros/as, vive en carne propia y de forma voluntaria los sucesos de la muerte.
Los cristianos y cristianas, estamos llamados hoy a imitar el modelo de Jesús. Cargar la cruz hoy día significa hacerse portador o portadora de las dolencias y de los sufrimientos, de las injusticias, las arbitrariedades, los vacíos, las faltas de respuesta, los excesos. Así como lo hizo Simón de Cirene, es hacerse parte del proyecto del Reino de Dios que está aquí y ahora. Es decir al Señor “déjame cargar la cruz, tu cruz”, es correr la posta, animarse a estar del lado del crucificado o del que quieren crucificar.
Ha habido tantas cruces en esta realidad dinámica que vivimos, muchas de ellas cruces históricas, cruces emergentes, cruces temporales, todas importantes y tan presentes. La iglesia y las comunidades de fe, estamos llamadas a preguntarnos por estas cruces, preguntarnos quiénes las cargan, dónde están, qué representan. Eso significa que no hay contemplación sin acción, oración sin verbo, aprendizaje sin compartir, melodía sin voz.
 “Pienso en la “cruz” que cargamos como sociedad, mujeres y hombres, con nuestras relaciones tensionadas a costa del patriarcado y el machismo”, pienso en la “cruz” de Aysén, pienso en la “cruz” del movimiento estudiantil y todas sus demandas sociales, en la “cruz” que carga el pueblo mapuche, en la “cruz” que a diario asumen las diversidades sexuales, en la “cruz” de quienes son extranjeros/as y sufren discriminación y en tantas otras cruces.
Acogiendo la resurrección como plataforma que permite a Jesús instalar el discurso de la misión de la iglesia, es necesario que miremos desde aquella cruz, y nos hagamos presentes mientras caminamos. En este sentido la iglesia no puede silenciarse pero tampoco puede hacerse presente de cualquier forma.
Con todos estos desafíos me pregunto finalmente si hay alguien que quiera realmente cargar la cruz que Cristo nos regala en este tiempo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenido! Tus comentarios y reacciones son bien recibidos