domingo, 29 de mayo de 2011

Cristianismo, homosexualidad y homofobia

Gustavo Vidal Manzanares



Esto es ridículo porque las condenas de la homosexualidad en la Biblia son escasas, difusas y fragmentarias. Algo que no ocurre con pecados condenados insistentemente como la soberbia, la codicia, el robo o el odio.
Y la homofobia es, esencialmente, una manifestación de odio.
De hecho, es incuestionable concluir que ser cristiano y homófobo son magnitudes totalmente incompatibles.
Por consiguiente, resulta un insulto apelar a la Palabra de Dios para racionalizar un odio que, además, en el caso de los homófobos, nace de conflictos internos.



Ciertamente, no hay que ser muy avispado para comprender que, tras la fachada de religiosidad de los “homófobos cristianos”, borbotea un aborrecimiento que se manifiesta en burlas, puyas, ridiculizaciones, calumnias…
Por ello, a quienes no tenemos nada que ocultar, nos duele mucho que la Palabra de Dios se convierta en un baúl del cual extraen los intolerantes versículos, alegorías y sentencias que racionalizan sus fobias, complejos y simple maldad.
La homofobia, una enfermedad social incompatible con el cristianismo
Como ya he comentado, la homofobia nace del odio y esto, por definición, es incompatible con el mensaje de Cristo.
Por otra parte, conviene proclamar que si bien la homosexualidad no es una enfermedad, la homofobia sí lo es. Y, no menos importante, insisto que es un grave pecado, toda vez que atenta contra la esencia del cristianismo: el amor.
Así, los homófobos van creando y consolidando un marco de referencias agresivo contra los gays y lesbianas. Los enmarcan como seres peligrosos, viciosos, ridículos, anormales y enfermos.
Sin embargo, opino que estas descalificaciones encajarían a la perfección con el homófobo medio.
Ese marco de referencias agresivo es el cimiento para acciones de violencia política (que cristaliza en la desigualdad legal) o social, mediante el escarnio público, las burlas y las difamaciones.
La homofobia es una enfermedad psicosocial que se define por miedo y odio irracional a los homosexuales. La homofobia pertenece al mismo grupo que otras enfermedades sociales similares como el racismo, la xenofobia o el machismo.
Este grupo de enfermedades se asocia con el fascismo y se fundamenta en el odio a otros, a los cuales se contempla como una entidad ajena y peligrosa, con valores particulares y extraños, amenazadores para la sociedad y lo que es peor, contagiosos.
La homofobia, como todas las variantes del fascismo, prepara siempre las condiciones para el exterminio.
En realidad, el homófobo arremete o busca que otros agredan y marginen a los homosexuales.
En el amor no hay temor…”
Obviamente, la homofobia, cuya materia prima es el odio y el miedo, resulta absolutamente incompatible con Cristo… “En el amor no hay temor, porque el amor echa fuera el temor”, enseñan las Sagradas Escrituras.
Muy al contrario, los homófobos bullen de odio y desean el perjuicio de los homosexuales que, en la mayoría de los casos, reflejan sus fobias, deseos ocultos y desajustes emocionales.
Como podemos suponer, las posturas de odio hacia los homosexuales resultan jaleadas desde las dehesas fundamentalistas “cristianas” (que de cristianas solo tienen el nombre).
Sin embargo desde esos ángulos de integrismo “cristiano” se defiende el capitalismo más brutal, la explotación, el enriquecimiento a costa de los más débiles y pacíficos…
Sí, el integrismo cristiano lleva tantos años defendiendo el saqueo de los ciudadanos honrados y apacibles por los lobos de las finanzas y el capital, que hasta pretenden robarnos a los demás la Palabra de Dios para poderla interpretar y manipular a su conveniencia.
Pero yo, particularmente, prefiero quedarme con el amor antes que con el odio a los homosexuales. Quizá porque Cristo predicó el amor, quizá porque yo no tengo nada que disimular… quizá por ambos motivos.